Neurocognición y aprendizaje
- Autor: Alma Dzib Goodin
- 30 may 2017
- 3 Min. de lectura

No hay duda que la educación es la mejor inversión de un país. No solamente a nivel cultural, sino económico, pues diversas investigaciones indican que entre más educado es una nación, los sistemas de salud se basan
en la medicina preventiva y menos en la medicina de urgencia (Alburquerque, 2004). Sin embargo, muchos paises están lejos de la meta tanto educativa, en salud y económica.
Pero cuando uno lee tanto sobre avances de la investigación sobre el aprendizaje, desde tantas perspectivas, y cada mes hay un congreso en alguna parte donde los expositores dan cuenta de investigaciones que sin lugar a dudas pueden cambiar el rumbo de la educación en cualquier país, no queda más que preguntarse por que son solo un discurso, pues no se aplican.
Quizá las aportaciones de la neurociencia en la educación también queden en la basura, pero no hay duda que permiten cambiar la forma de pensar el aprendizaje. Desde esta perspectiva, el alumno no es flojo, lo que sucede es que no cuenta con las herramientas cognitivas ni las estrategias para enfrentar al medio.
El aprendizaje se finca como un proceso evolutivo puesto para la sobrevivencia de la especie (Poch, 2001), que permite la adaptación al medio. No es un discurso político ni una obligación. De hecho, el principio del aprendizaje es que es un acto gozoso, que posibilita redes neuronales debido a que se repite indefinidamente, dando lugar a la perfección de la ejecución ya sea motora o cognitiva (Dzib Goodin, 2011).
¿quién no ha disfrutado con las risas de un niño pidiendo repetir un movimiento, una palabra o una comida?
Este proceso, requiere sin lugar a dudas del cerebro, que moldea las conexiones, pero no escapa a la evolución, pues mantendra las redes neuronales más fuertes, dando paso a la expertes de aquellas que sobrevivan, generalmente las más usadas y las que se disfrutan más, por ello requiere de la memoria que a su vez se nutre de la emoción (Delaney, Nghiem, Waldum, 2009; Lin, Sprarahen, Blythe y Zida, 2011).
Enseñar entonces no puede ser visto como una transmisión de ideas o copia de conocimientos, como si se digitalizara algo y se pegara en otro archivo, es un acto que requiere de entender al otro, analizar lo que hace falta enseñar y lo que se tiene para aprender (McGinnis y Roberts Harris, 2009); es al mismo tiempo saber hasta dónde se puede llegar con un cerebro que nunca termina de cambiar su forma, adaptandose a múltiples necesidades cognitivas, ambientales y de salud, buscando la eficiencia y al mismo tiempo evolucionando (Padilla Magaña, 2003; Dick y Roth, 2008).
Es por eso que la visión de la neurociencia abre nuevas formas de ver al educando, no mejores a la idea tejida hasta ahora, sino distinta que puede convertirse en un puente hacia la aplicación de las nuevas tecnólogias a la educación, o bien en una puerta hacia el desarrollo del talento de una forma más práctica que agrupar a niños a partir de las capacidades demostrables por una prueba, pero que no mira las posibilidades de ese niño, más allá de lo que ya es (Benaros, Lipina, Segretín, Hermida y Colombo, 2010).
Intentar homogeneizar el aprendizaje, ha sido la meta de la educación, comprender que no todos son aptos para las mismas cosas, es una meta de la neuroeducación. Hay evidencia suficente que muestra que empleando las redes neuronales fuertes se pueden beneficiar las débiles, es por eso que decirle al niño lo que no sabe, y forzándolo a que lo aprenda, no es el mejor camino, pues va en contra del principio del aprendizaje como adaptación al ambiente.
Reconocer que las redes neuronales del lenguaje, la lectura, la escritura y las matemáticas, solo se cruzan pero que cada una evoluciona distinto (Pinel y Dehaene, 2009), abre la posibilidad de crear nuevas estrategias de aprendizaje a partir de lo que si se puede hacer y no explicando por que no es posible, eliminará muchas tensiones en los niños y las matemáticas y la lectura y posiblemente dejará de ser un auténtico dolor de cabeza tanto para educadores como para los estudiantes, pues asumir que existen capacidades distintas, y que el conocimiento se adquiere gracias a los aprendizajes previos, restará un poco de la tensión del DEBES APRENDER ASI.
Curiosamente el cerebro ha acompañado al aprendizaje desde los inicios del desarrollo de la neocorteza, pero ha sido muy reciente su incorporación al tema del aprendizaje. No se requiren neurocientíficos, sino observadores y conocedores, personas con un poco de creatividad que permitan a los niños, comprenderse mejor como aprendices y con ello explorar su propio potencial. Personalmente esa es mi apuesta.
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